martes, 23 de junio de 2009

PREDICAR CON EL EJEMPLO

Las causas del sobrepeso tanto en adultos como en niños, pueden deberse a muchos factores; es cierto que puede tratarse de alguna causa estrictamente clínica, como un mal funcionamiento de la glándula tiroides, alteración del normal manejo de la insulina, o alguna alteración metabólica específica; entre otras causas tenemos las de origen tensional (estrés, ansiedad), que en efecto pueden causar una alteración del metabolismo de las grasas; y claro está, la causa más frecuente, los malos hábitos alimentarios, sea por ignorancia, por practicidad, o por desidia, es una causa muy frecuente.

El problema viene cuando esta realidad se traslada a un núcleo familiar, en donde los primeros en instaurar los malos hábitos alimentarios son los padres, ambos o uno de ellos; nuestros niños también asumen y aprenden entre otras cosas, los hábitos alimentarios, que eventualmente suelen ser “heredados”; podemos estar condicionando, por ignorancia, a nuestros hijos a pésimos hábitos alimentarios que devendrán no sólo en la estética sino en la salud, con los consecuentes problemas y limitaciones no sólo físicas sino además de su autoestima.

El paladar lamentablemente se adapta, se acostumbra a los “sabores” y texturas sobre todo en los primeros años; de este modo, si acostumbramos a nuestros hijos a ingerir habitualmente, frituras, dulces, gaseosas, jugos de sobre, y comida chatarra, bajo la excusa de que es “una opción práctica”, no podemos luego pedir mucho cuando muestran su rechazo por las verduras, las frutas, el agua, y en general cualquier comida “saludable”.

Así como el paladar tiene su rol en esta historia, también lo tiene el estómago, que no es otra cosa que una bolsa distensible que se adapta a las “cantidades” de alimentos, y claro, la capacidad gástrica puede incrementarse, rebasando límites aceptables, requiriendo el niño mayores cantidades de las necesarias para saciar su apetito.

Otro aspecto determinante es que no podemos exigir a nuestros hijos, de pronto, a cambiar sus hábitos, cuando nosotros mismos como padres no somos los primeros en dar el ejemplo y mostrar consecuencia con nuestras exigencias; casi siempre es más fácil buscar otros culpables, pero, suele ser que, por lo general, los factores causales se encuentran en casa.

Invito entonces a ustedes, padres, a poner en la balanza, el tema de la alimentación saludable, así como la importancia de la” herencia” de nuestros propios hábitos y la repercusión que pueden tener estos para la salud y la autoestima de nuestros hijos; como los pilares más importantes del hogar nos corresponde no evadir estas responsabilidades y brindarle la oportunidad a nuestros pequeños de optar por una mejor alternativa.


Dr. José Antonio Angulo Carrillo.
Médico Especialista en Nutrición y Dietética
CMP 35693